Sin duda, no todos en Colombia se benefician igual del crecimiento económico. La inseguridad lastra las posibilidades de los habitantes de barrios marginales. Y tampoco se benefician todos por igual de los acuerdos comerciales que Colombia ha cerrado en los últimos años con diversos países,incluida la Unión Europea. La peor parte se la lleva el sitio en que, de por sí, más desigualmente repartida está la pobreza: el campo, donde vive casi un tercio de los colombianos. En especial, los pequeños agricultores, que se enfrentan a los problemas del llamado libre comercio.
Un libre comercio que, para ellos, como se supone que su nombre promete, no tiene únicamente las oportunidades y los riesgos que los mercados internacionales conllevan. También trae obligaciones que contradicen la forma tradicional de trabajar el campo en Colombia. Si conservan parte del grano cosechado para utilizarlo como semilla, en lugar de comprarla, por ejemplo, tienen que pagar multas.
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